Por Andrés Baez
La ira recorre mi pecho. Aumenta mi fuerza y llega a mi puño. Lo cierra, lo tensa y lo revienta en tu cara. Deforma tus dulces palabras burlescas y despega tus amarillos dientes de tu irónica risa.
¿Qué? ¿No te basta?
La ira toma de nuevo el control, tensa mi otro músculo, lo cierra, lo comprime, le da la forma perfecta, lo sigue comprimiendo. Es tanta la presión que duele, pero no importa, porque caerá como una bala sobres tu ojo marrón con un brillo hipócrita de buena persona, que lo destruirá y lo reventará en un grito de perdón.
¿Así que quieres seguir?
La ira vuelve a tomar posición, no cesa, se quiere volver a expresar, quiere volver a estallar, no hay control sobre ella ahora, ahora que has vuelto a fallarme.
¿Qué te puedo decir? ¡¿Qué, que te puedo decir?!
Eres una persona bastarda, si nada más que hacer que arruinar los planes de otras, eres el parasito que vive de las emociones de otro, eres el virus de la infelicidad en mi vida, eres la única persona que siempre está ahí para cagarla, para nada más que para CAGARLA.
¿No me entiendes o no me quieres entender?
Entiende, eso es lo que haces tú. Cagarla y nada más, no das brillo a las cosas sólo las opacas, no dejas al huevo ser pájaro, no dejas a la oruga ser mariposa, ¡NO DEJAS AL HUMANO SER LIBRE!
Llenas el campo baldío de tu mente con infantiles fantasías de un mundo moral, de un mundo correcto.
¿Crees que soy una mierda de persona?
Entiende la única mierda aquí eres tú
¿Crees que estoy mal?
Bueno, puedes pensar lo que quieras, eres libre de hacerlo, yo lo permito.
¿Te vas?
Oh! qué bueno que te diste cuenta que nadie te quiere aquí, así que ahora mismo pesca tus huevás y vuelve solo cuando necesites arruinar algo.
Uff que fuerte. Sigue así.