Por Francisco Videla Mardones.
Caminaba con las manos atadas a la espalda, era un castigo. Avanzaba sin poder tocar nada, pero avanzaba. No tenía muy claro el porqué de la situación pero la aceptaba sin quejas. Era gracioso pensar que pudiera actuar de esa manera, teniendo en cuenta que era conocido por ser un quejumbroso. Además, no había mucho que hacer. Sólo caminar.
Ella tocaba la puerta con emoción, hay muchas formas de tocar puertas, depende de la intención. Si quieres entrar, si quieres saludar, si quieres ver quién está al otro lado o si quieres saludar, entrar, ver y estar para siempre con quien se encuentra detrás de la puerta. No las conozco todas, pero son algunas que logro recordar.
Abrir puertas es un arte, no como la vulgaridad de abrir ventanas – que uno lo hace para que entre un fresco o se vaya una peste –. El calor se escapa, el frío ocupa su lugar. En cambio, abrir puertas es señal de salida o entrada. Grandes cosas pasan por una puerta.
Respondí al sonido de la puerta, el protocolo es abrirla. Quizás no quería pero lo hice de todas maneras.
No es necesario caminar con las manos atadas a la espalda si puedo caminar contigo de la mano.