Nicolás tiene una propuesta en la cabeza, la cual sabe se la negarán. Pero lo intenta ¿Me acompañas? El problema no pasa por cómo lo pregunta, Javiera siempre le ha prestado atención; Nicolás tiene ganas de nuevamente correr y no preguntar por cosas que no obtendrá. ¿Dónde? le responde y obvio, mirándolo con esa atención que Nicólas no nota. Un acompáñame automático sale de su boca jurando que con una palabra dice mucho, engrupe a medio mundo y le basta para obtener un sí, voy encantada. Javiera contrapregunta nuevamente con un dónde y recibe un por ahí. Vago, inseguro, díganme si no es bastante obvio. Lo que no sabe explicar Nicolás es lo que está detrás de esa pregunta, lo cual no escapa de lo que en una noche de año nuevo la gente normal hace. Celebrar. Él también quiere celebrar, pero a su modo. Solos. ¿Mala idea cuando existe una gran distancia entre los dos, un punto final, flashbacks, traiciones y por sobre todo, un círculo de amigas? Mala idea. Pero qué significa celebrar solos para él ¿Ir al departamento, buscar acercarse mejor, sacar toda su artillería de "encantos" hechos con las manos para en un momento, querer robar un beso y Javiera, muy repetitiva, le corra la cara? Si es así, lo siento Nicolás pero no hay nada más que hacer.
- Tengo que encontrar el libro que me habla de ti
Aquí me detengo para observar la cara de Javiera mientras piensa, ¿qué onda este hueón freak? Si la vieran, entenderían por qué sus ojos son tan grandes y expresivos. Lo destruyen todo, atemorizan y confunden. No quiero escuchar lo que piensa Nicolás porque es demasiado explosivo como los fuegos artificiales de hace un rato: está cagado de miedo, lo peor que ese miedo lo minimizan y lo dejan sin respuestas inteligentes. Perdió la capacidad de jugar. Y ella, que cruza los brazos, presiona play en su cabeza. Estoy con mis amigas, ¿qué onda Nico? Siempre hace lo mismo. La Javiera sabe de memoria, por todas las veces que lo repitió en su cabeza, lo mal parado que se encuentra Nicolás. Busca sorpresa, admiración, un compañero, contenido y sorry Nicolás, no tienes nada de eso. Hace rato. Aparte, es muy chistoso, las amigas observan como este tipo cara de raja, interrumpe la conversación. Mira - le dice muy serio - tengo las llaves de un camión, está a dos cuadras de aquí. ¿Camión? Mejor bebo otro sorbo de la piscola porque esto se pone bueno.
- ¿Un camión? Si no tienes licencia y no sabes manejar.
Está dolida y ahora más cuando sale con este tipo de cosas. Le duelen las reacciones pendejas, el no ser jugado, la poca atención. Le duele, por ejemplo, que Nicolás la arrojara a cualquier parte por sus rollos de "me perdí". Me perdí po hueón, son esas las cosas que le dice una persona a otra cuando no tiene cómo explicar lo que hizo. Cobardía lo llamaría yo, inmadurez. No te mereces una mina así.
- Tengo que encontrar el libro que me habla de ti
Aquí me detengo para observar la cara de Javiera mientras piensa, ¿qué onda este hueón freak? Si la vieran, entenderían por qué sus ojos son tan grandes y expresivos. Lo destruyen todo, atemorizan y confunden. No quiero escuchar lo que piensa Nicolás porque es demasiado explosivo como los fuegos artificiales de hace un rato: está cagado de miedo, lo peor que ese miedo lo minimizan y lo dejan sin respuestas inteligentes. Perdió la capacidad de jugar. Y ella, que cruza los brazos, presiona play en su cabeza. Estoy con mis amigas, ¿qué onda Nico? Siempre hace lo mismo. La Javiera sabe de memoria, por todas las veces que lo repitió en su cabeza, lo mal parado que se encuentra Nicolás. Busca sorpresa, admiración, un compañero, contenido y sorry Nicolás, no tienes nada de eso. Hace rato. Aparte, es muy chistoso, las amigas observan como este tipo cara de raja, interrumpe la conversación. Mira - le dice muy serio - tengo las llaves de un camión, está a dos cuadras de aquí. ¿Camión? Mejor bebo otro sorbo de la piscola porque esto se pone bueno.
- ¿Un camión? Si no tienes licencia y no sabes manejar.
Está dolida y ahora más cuando sale con este tipo de cosas. Le duelen las reacciones pendejas, el no ser jugado, la poca atención. Le duele, por ejemplo, que Nicolás la arrojara a cualquier parte por sus rollos de "me perdí". Me perdí po hueón, son esas las cosas que le dice una persona a otra cuando no tiene cómo explicar lo que hizo. Cobardía lo llamaría yo, inmadurez. No te mereces una mina así.

- Diez minutos, vamos, tomo lo que busco y listo. Regresamos de una. Y sí, si sé manejar.
¿Qué dirían ustedes a una invitación tan extraña? Yo me arranco, acabo de una vez por todas con esta dilatación del adiós, porque al parecer, sus encuentros recurrentes entre ellos dos pintan para eso. Me cago de miedo si el tipo no tiene por donde. Son sólo diez minutos insiste Nicolás y ella, que alguien le haga un altar a las mujeres que lo intentan siempre, que agotan hasta la mínima posibilidad de encontrar algo que las amarre al hombre que alguna vez les hizo tanto daño pero que en el fondo piensan que puede cambiar, acepta. Notable.
Arriba del camión saliendo del Barrio Bellavista, Javiera jura que Nicolás tomará la costanera, dirección al este. Yo también pensaría lo mismo, si para ese lado queda el departamento. Qué más se espera de alguien tan obvio. Pero no, el tipo, manejando a penas, sube por Providencia. Él cree que es el momento de responder una pregunta, que Javiera le envió por mail que aún no acusa respuesta: ¿Por qué o para qué estuviste conmigo?
- Estuve contigo porque al igual que tú, nos topamos y algo pasó. No me pidas respuestas literarias para una situación que por lo demás, ha durado más de lo convenido. Mejor aún, ¿por qué ha durado más de lo convenido?
Lo convenido. Cuánto puede dilatarse una relación que ha pasado por altos, bajos y subterráneos. En qué momento dos personas, como Nicolás y Javiera se toparon. Algo hay en todo esto, sobre todo por el tiempo que llevo conociéndolos que me llama poderosamente la atención: no será que falta un punto de quiebre, una decisión por tomar. Pasar hacia olvido, por ejemplo o apostar por un imposible. ¿Por qué el tema no acaba? ¿O ya acabó y ellos aún no lo saben, no lo admiten? El camión se detiene en 11 de septiembre con Los Leones. Nicolás se baja, abre las puertas traseras y las engancha a un costado. Sube a la cabina y prende un cigarro. Se nota lo nervioso que está, no tiene cara de año nuevo ni de que lo esté pasando muy bien.
-¿Vamos a quebrar la vitrina?
Eso de quebrar la vitrina, a estas alturas es un recurso agotado. Ya pasó tu hora, ya no la quebraste muchacho. No fue. Javiera no sabe qué están haciendo ahí. ¿No iban a buscar un libro y listo?. Diez minutos y ya. Ahora sale con lo de la vitrina. Javiera no entiende si su respuesta tendrá un significado distinto para él. O sea, cree que probablemente tenga su sí o su no, una dicotomía de interpretación. Sí para qué. No por qué. Qué es eso de quebrar algo. Ante la duda, mejor se abstiene
-No
Ese no, a mí, me suena a “no, para qué”. Ese no, para Nicolás es un no. Pero esperemos, él le abre la puerta del copitolo y le pide que baje. Ya, ¿la vas a dejar sola campeón, al medio de la nada? Javiera, como nosotros, no cacha na. Piensa en marcar un número, como hace siete meses atrás en un concierto y salir corriendo. Alguien tiene que encarar a este loco al volante. ¿Un piloto, un publicista?
- Quédate aquí, voy y vuelvo.
Algo me dice que no volverá o ella no lo esperará. Nicolás dobla por los Leones y baja por Providencia. Llega hasta las Urbinas, mira hacia la librería Qué Leo. Qué miedo, el hueón se trastornó, puso marcha atrás al camión y… qué chucha. Se fue con todo en contra de la cortina metálica y la vitrina. La alarma suena más fuerte con el silencio de esta hora. No pasan autos, no anda nadie por las calles: sólo hay un camión con la parte delantera afuera y el resto, incrustado en una librería. ¡Es un alunizaje! ¿A una librería? Nicolás toma todos los libros que puede, se corta las manos y los brazos con los cristales en las portadas de los Anagrama, Planeta y Random House. Lee rápidamente títulos que le llaman la atención. Esta fuera de sí. Pero le basta. Termina de cargar lo que más puede, cierra las puertas y sale del local. Baja por Providencia, dobla por Pedro de Valdivia, sube por 11 de Septiembre, llega a la esquina de los Leones y Javiera, hace cinco minutos que ya no está.

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Mauricio Aravena Z